Te tengo en frente
y ahora que es el mundial otra vez, no
paro de recordar lo tonta que parecía poniendo carita triste si
llovía porque me los días lluviosos no me esperabas a la salida. Porque te mojabas.
Y yo pensaba “¡pero si tienes
casco!” y me ponía tristona. Tristona y tontona.
Entonces al día siguiente hacía sol y
yo pensaba “¡ay cielo, ¿por qué no te quedas así siempre?!” "¡por qué no te quedas aquí siempre!"
Pero el cielo se otoñaba y llovía.
Y llovía. Y pasaba los días y yo no te veía.
Y luego cuando ya no viniste nunca más,
me dio un poco igual.
Pero hoy me acuerdo de esa sensación
de lluvia y tristeza, de tu ausencia, de esperarte a la salida.
Es que hoy te tengo en frente casi
todos los días y claro, ya no me esperas a la salida. Esperas a
otra.
No llueve porque hace mucho calor. Un
calor que te mueres. Y tú, tan fresco.
Tan fresco y con esa carita de niño
que no cambia.
Te tengo cariño, en el fondo, a pesar de las
cosas tan feas que nos dijimos.
-¡Y me sigo poniendo nerviosa si nos vamos a cruzar!-
Fuiste un amor tan inocente y simple
que por eso me gustaba y me gusta. No tenía ninguna complicación.
Y hoy, después de aquel mundial en el
que ganó nuestra selección y que lo celebramos cada uno por nuestro
lado; hoy, que ni nos saludamos, ni nos miramos a la cara y nos
hacemos los desconocidos, yo en el fondo sonrío porque sí que te
conocí muy bien. Y nos lo pasamos muy bien.
Pero yo crecí y tú te has quedado
ahí.
Con tu carita de niño -bueno-.
No hay comentarios:
Publicar un comentario