miércoles, 7 de octubre de 2015

minicuento divino y todopoderoso

érase una vez
unos enamorados felices enamorados
que un día descubrieron no poder estar juntos. 
intentaron desesperadamente vivir el uno sin el otro, 
sin buscarse, abrazarse, hacerse reír. 
entonces un día, ante semejante espanto, Dios (¡el mismísimo Dios!) que lo ve todo, bajó de los cielos. 
se le presentó a ella. 
ella, mezcla de emoción y sorpresa (y un poco de susto también), empezó a explicarle a Dios lo que había pasado. 
entre llantos, gritos y mocos escuchó otro llanto que se elevó por encima del suyo. 
ella abrió los ojos para ver qué estaba sucediendo (pues lloraba con los ojos cerrados) y ante lo que vio, rápidamente dejó de llorar.
estaba viendo a Dios llorar,
porque ya no podía cuidar ella de él.
¡Dios! ¡Dios estaba llorando! ¡el mismísimo!
entonces ella puso una mano en su hombro y quedó tocada de su gracia. 
- escúchame bien, - dijo Dios sonándose los mocos con un pañuelo de seda - yo he visto mucho amor en el mundo y he visto muchas desgracias, te lo digo yo que soy Dios. - entonces se puso serio y le dijo - y esto no es una desgracia. con esto que te ha pasado no acaba todo, ¡por Dios que no! lloro porque entre todo el amor visto en el mundo, éste era sin duda el más sincero y verdadero. me da pena. me da mucha pena que ya no os podáis cuidar, pues con ese amor que os repartíais yo me hacía también un poco más fuerte.
cuídale.

y Dios se fue, dejándola sola en su casa; la dejó con su gracia posada en ella. 
"¿que le cuide?" pensó "¡pero si ya no hay más cuidado que dar, no entiendo nada!" 
ella lo entendió semanas más tarde, cuando por aparición divina él fue a verla y le dijo "tenemos que hablar."

y nunca un "tenemos que hablar" fue tan maravilloso.

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