Mi amigo Guille sabe perfectamente cómo abrirme el corazón: ya lo lleva observando un tiempo. Una y otra vez lo mira callado, escucha y luego me dice que tengo ponerlo a secar. Siempre me explica el proceso, paso a paso, pero al final intenta hacerlo él por mí, porque sabe que yo no puedo sola.
Es entonces cuando me dice que fume: se cuela con el humo en mi cerebro y desde allí va descendiendo hasta llegar al centro.
Cuando llega se para, entra y deja que me consuma hasta que por fin detiene el bombeo.
Mi amigo Guille sabe perfectamente cómo desconectarme el corazón. Y es así como va aprendiendo solo de nuevo a latir.
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