Levanté la vista, entorné los ojos y la luz entró en mi mirada a modo de vidriera,
las lágrimas se hicieron cristales, pero de colores al verte.
Sin decirte nada, entendiste lo que pasaba,
y antes de que el último pedazo de cristal cayese, lo sujetaste entre tus brazos.
Y a mí contigo.
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