Las puertas del autobús se abren mientras que un ticket comprado por una señora con un jersey violeta se cae al asfalto, formando parte inmediatamente de él, debido a un coche, que pasa por encima y no lo ve. Dentro del coche, el hombre que conduce, le explica a su hija qué significan las señales que tienen forma triangular y ésta mira hacia el parque, donde las palomas vuelan y se posan en un banco. En éste, él, que está agobiado, saca la guitarra y prueba si la melodía que tarareaba queda bien con la letra que escribió antes en la moleskine; mira a un lado y hacia el otro, puede cantar, aunque bajito. Se levanta, guarda la guitarra y se la cuelga a la espalda, se dirige hacia la parada de autobús más cercana, y allí, a la vez que ella guarda su cuaderno en la maleta para poder disponerse a salir, donde minutos antes, un ticket de bus fue aplastado sin que nadie le echase de menos, el autobús (que no el mismo) se para en el mismo sitio. Se abren las puertas de nuevo, por la puerta que está más a la derecha entra él, golpeando sin querer a la mujer que se hallaba sentada en primera fila con la funda de la guitarra. Por la puerta que está en medio del autobús, sale ella. Se le cae el ticket. Dentro.
Casualmente ella es la única que se ha bajado en la misma parada. Ni se miran, pero cuando él se va a sentar, encuentra un ticket en el suelo. Se agacha y lo coge. ¿Quién recoge un ticket del suelo? ¿Del suelo de un autobús? No lo habría hecho si en él no encontrase algo escrito a bolígrafo. El autobús arranca y casi se cae. La guitarra golpea el suelo y todo el mundo se gira. Se apoya en la ventana y busca a la propietaria del ticket a través de ella y, entre toda la gente que va andando a toda velocidad cruzando la plaza de un lado a otro, la ve. Gracias a lo que acaba de leer la reconoce.
Sí. La ha visto. Ahora ningún obstáculo podrá detenerlo para hacer que las coincidencias vuelvan a unirse de nuevo.
Siguiente parada.
Se baja.
(Y en ese instante, la mujer del jersey violeta sonríe porque por fin ha llegado a casa; el padre, satisfecho por haber mantenido unos minutos de conversación con su hija, aparca y le ayuda a bajarse del coche y a desabrocharse el cinturón de seguridad y las palomas, deciden abandonar el parque hasta el día siguiente.
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