lunes, 8 de agosto de 2011

una vez más, no ha pasado. había fallado.
¿por qué esta vez? se fue sin darle explicaciones. de pronto, todo se había vuelto blanco y negro.
- aquí tiene, su café.
claro. café. lo mismo había sido el café.
apoyó la cuchara en el platito de la taza, y con una mano, levantó la taza hasta la boca y bebió un sorbo. se quemó la lengua y los labios, pero no hizo ningún gesto de dolor. no le dolía, no más que su corazón hecho pedazos.
de pronto, pensó, y se dijo a sí mismo que iba a estar solo toda la vida, que ya tenía una edad para tener hijos, para vivir en una casa donde pudiese crear un mundo a parte, y no era así.
miró el reloj, que parecía ordenarle que tenía que irse ya, pidió la cuenta.
en cuanto el plato de la cuenta estuvo en la mesa, pagó. la camarera se lo llevó, para devolvérselo minutos más tarde con la vuelta. recojió todas las monedas y se fue.
¿para qué dejar propina al mundo, cuando el mundo no le había dejado ni una sola a él?
salió de la cafetería, sin mirar a donde se dirigía. tal vez no había buscado en el mejor sitio, o tal vez su destino era estar solo.
pero entonces, desde otra ciudad, una mujer salía de la cafetería para cojer un avión en las siguientes cuatro horas, sola, con destino de aquella ciudad que para él era gris, pero que pronto y de nuevo, tendría color.

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